Ingeniemira

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Érase una vez unas energías renovables y un ingeniero en busca de la eficiencia.

Hace un cuarto de siglo, cuando yo empecé a estudiar ingeniería industrial, las energías renovables se despreciaban por su falta de eficiencia.

Es más, la misma eficiencia energética se desechaba debido al bajo coste relativo de las fuentes de energía fósil.

En aquellos tiempos, era prácticamente tabú proponer a nivel técnico las energías limpias, a pesar de ser fuentes con un inmenso recurso energético disponible. 

«Si en los 90 se hubiera extendido su uso, hoy podríamos beneficiarnos de un panorama energético mucho más próspero».

Por curiosidad me matriculé en una asignatura que se llamaba “Gestión Energética”, pensando que podría estar relacionada con la eficiencia energética o el uso de las renovables.

Para mi sorpresa, en aquella asignatura me enseñaron cómo funciona una turbina de gas y los motores de combustión. 

En fin.

Con este panorama docente, terminé presentando un proyecto de final de carrera sobre una refinería.

Eso sí, tenía muy claro que, si había que usar combustibles fósiles, por lo menos que fuera con el mínimo de azufre posible.

Y así rezó mi proyecto final de carrera bajo el título: “Reforma de una instalación de desulfuración de gasóleo”.

Gracias a este proyecto, además de conocer por dentro el funcionamiento de una refinería, descubrí la enorme importancia que podía tener la legislación europea en materia energética.

Y me di cuenta de que otros países, con mejor perspectiva medioambiental que la nuestra de aquella época, estaban haciendo grandes aportaciones en energías alternativas.

¿Entonces?

Con el título de ingeniería industrial enmarcado y la alta demanda de profesionales en el sector de la construcción, empecé trabajando como técnico proyectista de instalaciones.

A finales de 2005, algo se removió en el sector de la construcción con la irrupción del Código Técnico de la Edificación. 

¡Oh, sorpresa!

De repente, los edificios tenían que empezar a utilizar energías renovables y a ser más eficientes.

Por aquel entonces, empezaron a ganar protagonismo las renovables e irrumpieron con fuerza las plantas fotovoltaicas

Si embargo, mi perfil profesional, a pesar de la formación en renovables que iba atesorando, todavía estaba encasillado en la construcción.

Cuando todo esto sucede, yo llevaba poco más de 5 años trabajando en la construcción de obra civil e industrial de todo tipo de infraestructuras.

Hasta que un día, llegó a mis oídos que muy pronto los edificios se tendrían que calificar energéticamente. Y, entonces, pensé: 

«Vaya, si yo pudiera dedicarme a la eficiencia energética, dejaría sin pensármelo mi puesto actual y trabajaría por mi cuenta en ello».

Y ¿qué pasó?

En algunos idiomas se utiliza misma palabra para crisis y oportunidad, y, en mi caso, lo que me pasó es que una cosa me llevó a la otra.

La crisis del ladrillo me apartó definitivamente de la construcción y me llevó a trabajar por mi cuenta como profesional de la certificación energética en edificios de viviendas.  

La dificultad de iniciar un negocio estaba servida, pero tenía como aliado mi entusiasmo por encontrar soluciones más eficientes en el consumo de energía y por mejorar drásticamente la eficiencia de los edificios en un futuro inminente.

Por fin, empecé a dedicarme a lo que me gustaba, pero muy pronto pude comprobar lo infravalorada que se encontraba la eficiencia energética y que el mercado no estaba por la labor de cumplir las normas en materia energética. 

Pude mantener mi negocio durante tres años. Y justo en aquel momento me surgió una oferta de trabajo como director de proyectos FEDER.

Mi principal ocupación era encontrar empresas del sector alimentario que quisieran desarrollar proyectos de mejora; principalmente mejoras en eficiencia energética, realizar la gestión de las ayudas de los fondos, redacción de proyectos, dirección técnica y realizar todos los trámites hasta el momento en que mi cliente finalizaba el proyecto, lo justificaba y recibía los fondos. 

Este trabajo me ayudó a comprender la importancia que tienen las ayudas europeas, sobre todo los fondos FEDER para la mejora de la eficiencia energética y también la complejidad del proceso para su obtención.

En aquella empresa cosechamos un puñado de éxitos.

Pero, el trabajo comercial suponía echarle muchas horas y esfuerzo. Sin embargo, realizar propuestas para la mejora en la eficiencia energética de las empresas y su dirección hasta la obtención del ahorro energético era mi mayor satisfacción.

Como resultado de mi experiencia, una empresa que se dedicaba casi exclusivamente a la eficiencia energética y a las energías renovables se fijó en mi perfil y tuve la oportunidad de desarrollar proyectos de eficiencia energéticas en grandes empresas dedicadas a la producción de energética mediante biomasa, producción de celulosa y al sector del automóvil.

¿Entonces?

Llegué a pensar que a nivel profesional no podía alcanzar mayor satisfacción por todos mis logros. Trabajando en equipo, alcanzamos unos resultados envidiables en cantidad de empresas.

Nos enviaban a grandes corporaciones, encontrábamos fuentes potenciales de ahorro energético y planteábamos un proyecto viable, el cual en casi todos los casos tenía una respuesta tremendamente satisfactoria.

La verdad es que, después de más de 5 años implicado en estos proyectos, con enorme esfuerzo dedicado, cuando surgió la oportunidad de trabajar, aunque fuera de forma indirecta para el IDAE, no dudé en implicarme en esta tarea.

¿Y por qué?

Porque decidí cambiar de aires e implicarme en una nueva ocupación que creo que es de las más útiles que jamás antes he llevado a cabo para lograr impulsar la sostenibilidad y la protección del medioambiente. 

Después de trabajar durante más de un año en la evaluación de proyectos de eficiencia energética y energías renovables de los Fondos FEDER para el IDAE, tengo que decir que estoy especialmente orgulloso.

Considero que nuestra tarea es verdaderamente importante porque proyecto a proyecto, con nuestra labor, conseguimos que la transición energética de la que tanto se habla, definitivamente se produzca y se demuestre su viabilidad.

Para ir terminando este relato “corto”, lo más importante te lo puedo resumir así:

«En la crisis medioambiental que vivimos, la vocación que surgió los 90 por dedicarme al cambio energético permanece intacta y tiene para mí, hoy por hoy, más sentido que nunca».

Al final todo pasa, todo llega y todo cambia, ¿No crees?

Si te interesa mi perfil profesional o saber más de mi entusiasmo por las energías renovables y su eficiencia, puedes darle con la energía que tengas al botón que verás ahora.